domingo, 14 de enero de 2007




El tiempo es una categoría hermosa. Escurridiza, lábil como el desliz de un reptil. Se llora cuando se pierde, o cuando se marchita impunemente por la aparición de avatares indesados. Pero puede también celebrarse cuando cristaliza en ese presente eterno donde todo parece confluir: el licor, la sonrisa, los vestidos despampanantes, un beso, un canapé, otro beso, Marilyn volviendo de los muertos junto a Kim Novak para cantar el Happy Birthday, una luz sonrojada, una visita deseada, una canción de fondo tarareada con la boca oliendo aún a pastel y los ojos entumecidos de esa emoción que se disfruta como las escenas cumbre de las grandes películas.
Ah...

2 comentarios:

Lula dijo...

apio verdi tu yúuuuuu

Fallarás dijo...

Oh, oh, oh para el poeta.

El tiempo celebrado es gaseoso y sube. Cuando se consensa en el techo, ya nos hemos ido.