miércoles, 28 de febrero de 2007

JUSTICIA EN DIFERIDO




El número siete es el número del apocalipsis. Siete son los sellos que se abren antes de la batalla definitiva entre el bien y el mal; siete son las trompetas que suenan ante las murallas de Jerusalén como antesala al juicio final. Y siete son las veces en las que Martin Scorsese ha sido negado antes que se impartiera justicia y recibiera su merecido premio. Yo, que siempre he sido coppoliano (por via paterna, ojo, nada que ver con la pija repollo pseudomoderna de su hija), tuve el otro día una revelación, una epifanía que me obligó a revisar mis creencias. Es una secuencia de "Goodfellas": un plano de Robert deNiro fumando como sólo fuma Robert deNiro, es decir, edificando el fin del mundo en cada calada de cigarrillo. En ese plano, acompañado de la música de alguien que no recuerdo (creo que Eric Clapton), la mirada del personaje condena a los pozos del averno al grupo de pusilánimes mafiosos que han compartido con él tropelías . Escalofriante. Pero más allá de ese asunto, la revelación me llegó de profundis. A través de la mirada de deNiro y la cámara de Scorsese recuperé le memoria de un cine y de un mundo duro, muy duro, pero también tremendamente bello y edificante. Recuperé al Travis de "Taxi Driver", al Jack LaMotta de "Toro Salvaje", a Liza Minelli en "New York, New York", al mesías fornicador de "La última tentación de Cristo". En definitiva, recuperé la Historia vista a través de un ojo pineal incorruptible. Y me dí cuenta de hasta qué punto puede ser grave el olvido. Por suerte para el cine y para la vida, la justicia diferida de la Academia respecto a Scorsese es banal e insignificante, como la Academia misma. La justicia verdadera, la que se presenta como un escalofrío a cada plano, lleva ya tiempo impartiéndose.