lunes, 5 de marzo de 2007

ESTO NO ES UN SIMULACRO




Ha muerto Jean Baudrillard. El hombre que dio forma a la pesadilla virtual, que nos advirtió de que la Primera Guerra del Golfo no había tenido lugar (porque no había sucedido en ningún sitio, sólo en el espectro vaporoso y de cromado verde de las pantallas), el tipo que nos descubrió que vivimos en la hiperrealidad, en un engendro no euclidiano dominado por la superfície de la información televisada. Probablemente no lo situaría en un pedestal; tal vez no compartiría su visión apocalíptica y algo retrógrada del presente, sesgada y tomada tan sólo en una de sus posibles aristas. Quizás le hubiera arreado algún mamporro cuando se ponía demasiado vehemente. Pero lo que me compunge es que con él ha desaparecido la cohorte de mosqueteros franceses que a raíz del mayo del 68 intentaron convertir la tarea de pensar en algo edificante alejado de las entelequias masturbatorias. Cayeron Foucault (el primero), después Lyotard, Deleuze, Derrida hace un par de años y ahora este señor. La guardia de la civilización civilizada comprometida con la reflexión como ejercicio activista se ha quedado hueca. Y esto, en los tiempos que corren, es una catástrofe. Miramos a nuestro vecino, al que siempre hemos envidiado su plantel de cabezas pensantes, y vemos que el reflejo ante el que nos inclinamos son ahora sociólogos de medio pelo adalides de ese tenebroso tecnócrata que es Sarkozy (Flienkenraut, Sennet...). Mucho me temo que el porvenir se adivina brumoso y de humedad densa, con tendencia al bochorno y los nubarrones negros. Bienvenidos al desierto de lo real, despojado de moscas "colloneures" (no es francés, pero lo parece) y felizmente reencontrado consigo mismo para regocijo del Dr. No y la Estrella de la Muerte.

miércoles, 28 de febrero de 2007

JUSTICIA EN DIFERIDO




El número siete es el número del apocalipsis. Siete son los sellos que se abren antes de la batalla definitiva entre el bien y el mal; siete son las trompetas que suenan ante las murallas de Jerusalén como antesala al juicio final. Y siete son las veces en las que Martin Scorsese ha sido negado antes que se impartiera justicia y recibiera su merecido premio. Yo, que siempre he sido coppoliano (por via paterna, ojo, nada que ver con la pija repollo pseudomoderna de su hija), tuve el otro día una revelación, una epifanía que me obligó a revisar mis creencias. Es una secuencia de "Goodfellas": un plano de Robert deNiro fumando como sólo fuma Robert deNiro, es decir, edificando el fin del mundo en cada calada de cigarrillo. En ese plano, acompañado de la música de alguien que no recuerdo (creo que Eric Clapton), la mirada del personaje condena a los pozos del averno al grupo de pusilánimes mafiosos que han compartido con él tropelías . Escalofriante. Pero más allá de ese asunto, la revelación me llegó de profundis. A través de la mirada de deNiro y la cámara de Scorsese recuperé le memoria de un cine y de un mundo duro, muy duro, pero también tremendamente bello y edificante. Recuperé al Travis de "Taxi Driver", al Jack LaMotta de "Toro Salvaje", a Liza Minelli en "New York, New York", al mesías fornicador de "La última tentación de Cristo". En definitiva, recuperé la Historia vista a través de un ojo pineal incorruptible. Y me dí cuenta de hasta qué punto puede ser grave el olvido. Por suerte para el cine y para la vida, la justicia diferida de la Academia respecto a Scorsese es banal e insignificante, como la Academia misma. La justicia verdadera, la que se presenta como un escalofrío a cada plano, lleva ya tiempo impartiéndose.

martes, 30 de enero de 2007

TODOS SOMOS BIPOLARES (¿O ERA QUE NO?)



El frío que finalmente se ha decidido a alojarse en los resquicios de estos últimos días (bajo las piernas, en la cocina, dentro del armario, como el blancuzco niñato fantasma de La Maldición) sacude los momentos de asueto y congela las reflexiones. Crea pequeñas burbujas donde el tiempo no transcurre, y en el interior de esas burbujas se producen inesperados cambios de ánimo. No creo ser ningún especímen extraño por admitir que las sufro. Como todo el mundo, como incluso todas las cosas inertes: las piedras también experimentan esos vaivenes; unos días parecen amables guijarros sacados de un río de cuento y otros tienen el aspecto del basalto condensado tras una erupción volcánica. En mi caso, la fanfarria que deriva de un alud de buenas vibraciones y noticias pendula sólo unos días después hacia un estadio de cierto grisor, donde a uno le cuesta modelar sus facciones según el rictus de sonrisa que había estado practicando. Después, el péndulo volverá a moverse en la dirección opuesta. Capturarlo enmedio de su tránsito es lo realmente difícil, pero es también lo imprescindible. El mundo está completamente loco, hecho jirones, como un pedazo de ropa vieja centrifugada sin piedad, y nosotros, seres tan frágiles que convertimos el deseo en tánathos, nos dejamos llevar. Llegará un momento en que ya no añoraremos esa tranquila estancia en la justa medida, en el equilibrio que garantiza (por muy hedonistas que nos consideremos, por muy posh y esteta que resulte la autodestrucción) nuestra supervivencia. Todos somos bipolares. Vuelvan a leer esto mañana, por si su otra personalidad ya no lo recuerda.

domingo, 14 de enero de 2007




El tiempo es una categoría hermosa. Escurridiza, lábil como el desliz de un reptil. Se llora cuando se pierde, o cuando se marchita impunemente por la aparición de avatares indesados. Pero puede también celebrarse cuando cristaliza en ese presente eterno donde todo parece confluir: el licor, la sonrisa, los vestidos despampanantes, un beso, un canapé, otro beso, Marilyn volviendo de los muertos junto a Kim Novak para cantar el Happy Birthday, una luz sonrojada, una visita deseada, una canción de fondo tarareada con la boca oliendo aún a pastel y los ojos entumecidos de esa emoción que se disfruta como las escenas cumbre de las grandes películas.
Ah...

lunes, 8 de enero de 2007

SBLORGFF...



la veritat és que es fa força difícil mantenir el to creatiu, compositiu, educatiu, matriu, perdiu, fiu-fiu d'aquesta cosa estranya després d'haver estat cevat per malignes (o ingènues, depèn de com es mirin) forces exteriors, dia rera l'altre, àpat rera àpat, fins a fer-me sentir més proper a una mucosa hipertrofiada que a un bíped amb els dos hemisferis cerebrals plenament desenvolupats. Ho intento, m'hi esmerço, faig marrada, parada i fonda, genuflexió i demés exercicis d'esma aparentment tranquil per recuperar el perímetre d'ésser càustico-alfabètic que ha fet fins ara les delícies d'una persona o dues o cap. Temes? No se me n'ocorre cap. Reflexions? Ara que comencen les rebaixes no, per favor, ara toca consumir fins a la mort. La reflexió la deixo (o la deixem) per la quaresma. Ocurrències? Home, estar endrapant com un garrí dia sí i dia també durant dues setmanes amb l'excusa de celebrar la setmana màgica d'una professió religiosa que te la porta fluixa em sembla una bona ocurrència. Crítiques? Uf, faig tard a una cita a Mordor. Bona nit.